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El punto de inflexión que desencadenó la carrera por la Inteligencia Artificial en China

El joven chino, con su característica montura cuadrada, se erguía como un improbable héroe en la vanguardia de la última batalla por la supremacía de la humanidad. Vestido con elegancia en un traje negro, camisa blanca y corbata a juego, Ke Jie permanecía ensimismado en su asiento, su rostro reflejando la intensa concentración mientras se enfrentaba al desafío que tenía ante sí. A sus diecinueve años, solía irradiar confianza, casi rozando la arrogancia, pero esta vez, se le veía inquieto en su silla de cuero, más parecido a un estudiante de instituto agobiado por una prueba de geometría avanzada.

Esa tarde de mayo de 2017, Ke Jie se encontraba en una lucha titánica contra una de las máquinas más inteligentes jamás creadas: AlphaGo, el prodigio de inteligencia artificial desarrollado por la gigante tecnológica Google. El campo de batalla era un tablero de Go de diecinueve por diecinueve, lleno de piedras blancas y negras, la esencia del aparentemente simple pero profundamente complejo juego. En el Go, los jugadores se turnan para colocar piedras, buscando rodear las del oponente. Aunque Ke Jie era considerado uno de los mejores jugadores humanos en la historia de este juego, ese día se enfrentaba a un adversario de un calibre sin precedentes en la historia del juego.

El Go, con una historia que se remonta más de 2500 años en el tiempo, es uno de los juegos de mesa más antiguos que aún se practican en la actualidad. En la antigua China, el Go no solo era un juego, sino que representaba uno de los pilares del conocimiento que cualquier erudito chino debía dominar. Se creía que este juego confería a sus jugadores un refinamiento intelectual y una sabiduría equiparable a la del Zen. A diferencia de juegos occidentales como el ajedrez, que se centran en tácticas directas, el Go se basa en el posicionamiento estratégico y en un desarrollo lento, convirtiéndolo en una forma de arte y en un estado mental.

La historia profunda del Go se corresponde con su complejidad. Aunque sus reglas básicas se pueden resumir en solo nueve frases, el número de posiciones posibles en un tablero de Go supera la cantidad de átomos en el universo. Esta inmensa complejidad ha convertido la derrota de los campeones mundiales de Go en un desafío similar a escalar el Monte Everest para la comunidad de la Inteligencia Artificial. Algunos argumentaron que las máquinas no podrían vencer debido a la falta de un elemento humano, una especie de intuición casi mística necesaria para el juego. Mientras tanto, los ingenieros simplemente consideraban que el tablero ofrecía demasiadas posibilidades para que una computadora las evaluara todas de manera eficiente.

Sin embargo, aquel día, AlphaGo no solo derrotó a Ke Jie, sino que lo desmanteló sistemáticamente. A lo largo de tres partidas maratónicas, cada una con una duración de más de tres horas, Ke Jie intentó diversos enfoques: conservador, agresivo, defensivo e impredecible. Sin embargo, ninguno pareció tener éxito. AlphaGo no le dio a Ke Jie ni siquiera una oportunidad. En cambio, fue apretando poco a poco los tornillos alrededor de él, asegurando una victoria implacable.

Desde ese día algo cambió en China

La partida entre Ke Jie y AlphaGo ofreció una narrativa que variaba según la perspectiva desde la cual se observara. Para algunos analistas en Estados Unidos, las victorias de AlphaGo no solo simbolizaban el triunfo de la máquina sobre el hombre, sino también el dominio de las empresas tecnológicas occidentales sobre el resto del mundo. Durante las dos décadas previas, las firmas de Silicon Valley habían consolidado su posición en los mercados tecnológicos globales. Empresas como Facebook y Google se habían convertido en las principales plataformas de internet para la socialización y la búsqueda de información, dejando en su estela el desplazamiento de startups locales en países como Francia e Indonesia. Estos titanes digitales otorgaron a Estados Unidos un dominio digital que reflejaba su poderío militar y económico en el mundo real. Con AlphaGo, creado por la startup británica DeepMind y adquirida por Google en 2014, Occidente parecía estar preparado para mantener ese dominio en la incipiente era de la inteligencia artificial.

Night view of Zhongguancun Science Park, known as China’s Silicon Valley, in Haidian District, Beijing, China.

Sin embargo, en el distrito de Zhongguancun en Pekín, conocido como el “Silicon Valley de China”, las empresas tecnológicas y los ingenieros más destacados veían la situación desde una perspectiva diferente. Hoy en día, Zhongguancun es el epicentro del movimiento de inteligencia artificial en China. Para ellos, las victorias de AlphaGo representaron tanto un desafío como una fuente de inspiración.

En marzo de 2016, AlphaGo logró su primera victoria destacada durante una serie de cinco juegos contra el legendario jugador coreano Lee Sedol, ganando cuatro de ellos.

Aunque estas cinco partidas pasaron desapercibidas para la mayoría de los estadounidenses, captaron la atención de más de 280 millones de espectadores chinos. De la noche a la mañana, China se sumió en la fiebre de la inteligencia artificial. Cuando los inversores, empresarios y autoridades gubernamentales chinas se enfocan en una sola industria, tienen el poder de sacudir al mundo. De hecho, China ha intensificado su inversión, investigación y capacidad empresarial en inteligencia artificial a una escala sin precedentes. Los inversores de capital de riesgo, las grandes empresas tecnológicas y el gobierno chino están vertiendo recursos financieros en la creación de startups especializadas en inteligencia artificial.

Además, los estudiantes chinos se han contagiado de la fiebre por la IA, inscribiéndose en programas de grado avanzado y participando en videoconferencias en vivo de investigadores internacionales a través de sus smartphones. Los fundadores de startups están pivotando, reingenierizando o simplemente cambiando la marca de sus compañías frenéticamente para subirse a la ola de la IA.

Menos de dos meses después de que Ke Jie abandonara su última partida contra AlphaGo, el gobierno central chino presentó un ambicioso plan para desarrollar las capacidades de la inteligencia artificial. Este plan instaba a una mayor financiación, apoyo político y coordinación nacional para el avance de la IA.

Además, establecía parámetros claros de evaluación para medir el progreso entre 2020 y 2025, con la visión de que para 2030, China se convertiría en el epicentro de la innovación global en inteligencia artificial, liderando tanto en teoría como en tecnología y sus aplicaciones. En 2017, los inversores de capital de riesgo chinos ya habían respondido a este llamado, invirtiendo sumas récord en nuevas empresas de inteligencia artificial, representando el 48 por ciento de toda la financiación de capital de riesgo en IA a nivel mundial, superando por primera vez a Estados Unidos.

Referencias:


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Published inInteligencia Artificial